[Historias] Soledad...

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Era una noche, una noche extraña, una fría y oscura noche de noviembre. Hacía unas horas que el joven había salido de sus últimas clases aquel día, por lo que ya debería de haber vuelto a su casa como todos los días. Sin embargo, esta vez no había sido así. Aquella mañana, se había percatado de que se acercaba el día, ese señalado y remarcado día. Desde esa revelación, no había sido capaz de pensar en otra cosa.

El joven caminaba pesadumbrosamente bajo los árboles del parque, aún blancos por el hielo y la nieve que ese año ya había hecho su aparición en la ciudad. A la espalda llevaba una mochila, y en la mano sujetaba una hoja de papel. Su mirada se perdía en el horizonte mientras sus pisadas iban marcando su camino. Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se fijó ni en cuando uno de sus mejores amigos pasó a su lado en bicicleta y le saludó.
Los pensamientos y las ideas bullían en su cabeza. Hacía tiempo que no sabía de ella, pero eso no le incomodaba ya que sabía que eso en nada influiría. Lo que de verdad le preocupaba era el hecho de que ni él mismo sabía que hacía con su vida. A esta conclusión había llegado por su indecisión respecto a aquel importante día que ya acechaba en el calendario.

Cansado de caminar, se sentó en un banco del parque a ver como las últimas personas terminaban sus paseos y volvían al calor del hogar, donde seguramente tendrían una familia que los quería o una chica que los comprendía. Él, sin embargo, estaba sólo. En su caso, ella estaba ya muy lejos de él.
De repente, un soplo de la fría brisa que anunciaba que el invierno se acercaba hizo que el papel que sujetaba se le escapase y fuese a caer al suelo.
Él lo recogió y releyó lo que había escrito en él a lo largo de sus clases:
"La vida... ¿qué es la vida?
Un vano deseo de creer,
una ilusión de ser.
Por tanto, ¿qué es el amor?
¿Qué es el querer?
¿Qué es el odiar?
Ni el amor, ni el querer, ni el odiar
son parte real. Son una simple ilusión
a la cual nos aferramos para no caer."

Enfurecido, el joven arrugó la hoja y la tiró a la papelera. Siguió así su derrotero hasta llegar al puente que cruzaba el río. Sin pensárselo, se encaramó a la barandilla y se sentó con las piernas colgando hacia la nada.
Mientras veía el furioso fluir del agua, pensó en todo lo que en sus últimos años y meses de vida había pasado. Todo lo que había sido, todo lo que era, todo lo que podría ser y todo lo que podría haber sido. De repente, un ruido fuerte salpicó el silencio de la noche otoñal y después todo volvió a quedar en silenció.

A la mañana siguiente, un niño que caminaba por el puente encontró una nota de papel en la barandilla. En ella, se podía leer lo siguiente: "Agua... quién pudiese ser agua. El agua es salvaje, es libre... simplemente, es. Quiero ser agua."
 
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