DeletedUser1950
Guest
Como cualquier taberna de aquella época, el tabernero era el encargado de abrir la taberna por la mañana, echar los borrachines y demás gente de mala influencia para el negocio. Servir las copas con moderación y cobrar las copas a precios elevados para generar un beneficio.
- Que tranquilidad.
Acababa de abrir, las mesas estaban limpias, las jarras estaban en su sitio y los barriles estaban llenos para aguantar todo el mes. El canario seguía adormilado y sin abrir el pico para nada. El muchacho se asomó a la ventana, todo el mundo trabajando duramente y sin descanso. Eran todas unas personas ejemplares y admirables, sin vicios insanos.
- ¿A quién intentamos mentir? - Suspiró el muchacho abriendo los ojos y viendo la realidad - Nunca cambiaran.
Las plumas recorrían toda la barra del bar, mientras que alguien rodaba por el suelo diciendo “Serpientes”. Era imposible echarlos una vez llegaba la noche. La miss pedia desde el otro extremo de la barra su dosis de mistela. Mientras que un pitufo se agenciaba uno de los barriles recién traídos de la bodega.
- Ese dichoso pájaro - Dijo el muchacho sacando la sartén - siempre se escapa.
El muchacho se giró a mirar la puerta, un pitufo enteramente blanco entraba en la taberna y se sentaba delante de él.
- Me equivoqué.
Alex le miró detenidamente.
- ¿Te equivocaste?
- Si - Dijo el hombre mientras Alex le servía una copa - Cuando te digan que no lances el saco de harina al carro, hazles caso. Se abrió.
Otra vez la puerta se abrió. Esta vez un pitufo que le faltaba una zapatilla.
- ¿Qué te ha pasado?
El hombre se encogió de hombros.
- Ponme una copa - Dijo - Resulta que iba persiguiendo a unas ovejas con la zapatilla en la mano, para que no se comieran mi huerto y… Me caí en una zanja y me desapareció la zapatilla.
La puerta se abrió de nuevo, esta vez un hombrecillo de mediana edad que parecía estar entero.
- ¿Todo bien?
- ¿Has visto una cabra?
El muchacho negó con la cabeza.
- Pues entonces no, nada bien.
- ¿Por?
- No va la cabra y se ha comido todas las cortinas de la casa. Cuando pille a Romualda se va a enterar, pero antes una copita de ron.
Antes de poner la jarra otro pitufo entró en la taberna, dio un toquecito en la espalda del hombrecillo de mediana edad. Y le señalaba apurado su trasero.
- Creo que esto es tuyo - Dijo el hombre señalando la cabra que se estaba comiendo sus pantalones - Llevo media hora con ella detrás y ¡No me suelta!
Al fin, llegó su pequeña, la jefa de la tribu, que como siempre pediría su copa de Brugal mientras que el dichoso canario se posaba en su hombro. Contándole una vez más que Alex le habia intentado cocinar, y lo más grave de todo, sin echar perejil.
- Buenas - Dijo Alex sirviéndole una copa - Aquí tienes guapa.
- Que tranquilidad.
Acababa de abrir, las mesas estaban limpias, las jarras estaban en su sitio y los barriles estaban llenos para aguantar todo el mes. El canario seguía adormilado y sin abrir el pico para nada. El muchacho se asomó a la ventana, todo el mundo trabajando duramente y sin descanso. Eran todas unas personas ejemplares y admirables, sin vicios insanos.
- ¿A quién intentamos mentir? - Suspiró el muchacho abriendo los ojos y viendo la realidad - Nunca cambiaran.
Las plumas recorrían toda la barra del bar, mientras que alguien rodaba por el suelo diciendo “Serpientes”. Era imposible echarlos una vez llegaba la noche. La miss pedia desde el otro extremo de la barra su dosis de mistela. Mientras que un pitufo se agenciaba uno de los barriles recién traídos de la bodega.
- Ese dichoso pájaro - Dijo el muchacho sacando la sartén - siempre se escapa.
El muchacho se giró a mirar la puerta, un pitufo enteramente blanco entraba en la taberna y se sentaba delante de él.
- Me equivoqué.
Alex le miró detenidamente.
- ¿Te equivocaste?
- Si - Dijo el hombre mientras Alex le servía una copa - Cuando te digan que no lances el saco de harina al carro, hazles caso. Se abrió.
Otra vez la puerta se abrió. Esta vez un pitufo que le faltaba una zapatilla.
- ¿Qué te ha pasado?
El hombre se encogió de hombros.
- Ponme una copa - Dijo - Resulta que iba persiguiendo a unas ovejas con la zapatilla en la mano, para que no se comieran mi huerto y… Me caí en una zanja y me desapareció la zapatilla.
La puerta se abrió de nuevo, esta vez un hombrecillo de mediana edad que parecía estar entero.
- ¿Todo bien?
- ¿Has visto una cabra?
El muchacho negó con la cabeza.
- Pues entonces no, nada bien.
- ¿Por?
- No va la cabra y se ha comido todas las cortinas de la casa. Cuando pille a Romualda se va a enterar, pero antes una copita de ron.
Antes de poner la jarra otro pitufo entró en la taberna, dio un toquecito en la espalda del hombrecillo de mediana edad. Y le señalaba apurado su trasero.
- Creo que esto es tuyo - Dijo el hombre señalando la cabra que se estaba comiendo sus pantalones - Llevo media hora con ella detrás y ¡No me suelta!
Al fin, llegó su pequeña, la jefa de la tribu, que como siempre pediría su copa de Brugal mientras que el dichoso canario se posaba en su hombro. Contándole una vez más que Alex le habia intentado cocinar, y lo más grave de todo, sin echar perejil.
- Buenas - Dijo Alex sirviéndole una copa - Aquí tienes guapa.